Fabrice Hadjadj, autor de esta obra, es escritor y ensayista, converso al catolicismo y actualmente director del Instituto de Estudios Antropológicos de Friburgo. Entre otras de sus célebres obras destacan “La fe de los demonios” y “La profundidad de los sexos”.

Hadjadj escribe este nuevo ensayo con su estilo elegante, su profundidad filosófica y teológica y un lenguaje actual, divertido y hasta provocador. El libro está escrito a partir de una conferencia pronunciada el 26 de noviembre de 2011 durante la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los Laicos. El tema muy actual: una reflexión sobre cómo hablar de Dios.

Hablar de Dios o la evangelización no es tanto una técnica como un asombro. No se trata de un método eficaz para convencer de Dios, es un verdadero testimonio en el momento de las dificultades, la persecución y la cruz, momentos, en los que Él mismo nos dará una sabiduría y elocuencia inauditas.

El segundo mandamiento nos recuerda que el nombre de Dios no se ha de pronunciar en vano, lo cual significa que no podemos hablar de Dios con demasiada ligereza, incluyendo en este escenario a los ateos, agnósticos y a los falsos devotos del «cristianismo social» que han sustituido a Cristo por los valores cristianos.

El reto que Dios mismo ha planteado con su Encarnación, es precisamente hablar de Dios con nuestras palabras (con el mismo lenguaje con el que el hombre habla de fútbol, de comida o de amor).

Dios ya está presente en cada cosa que nombramos, en cada acto que realizamos. El gran problema para hablar de Dios es que «no sabemos hablar», por eso tampoco sabemos rezar, «porque la oración es el acto más profundo de la palabra», la palabra es la llamada al ser de las cosas, su vocación y su identidad, que nace del respeto, de la contemplación y del recogimiento ante las cosas.

A la hora de evangelizar lo que importa es el encuentro, por eso el mensaje puede enviarse con un tipo cualquiera como somos cada uno de nosotros, e incluso ese encuentro puede realizarse en el silencio, sin decir nada, como ocurre en la Eucaristía donde nos callamos ante el misterio, porque «somos amordazados por el beso universal de su carne».

Por lo tanto ¿cómo se habla de Dios? No a través del éxito humano, sino a través de la cruz. Las contrariedades no son impedimentos, sino el marco del anuncio.

Un gran libro, sugerente, inspirador, con ideas para meditar durante el periodo estival.