Querida familia parroquial, bienvenidos a un curso más. Un curso en el que el Señor nos da la oportunidad de estar cada día un poquito más cerca de Él.
Como bien leía el otro día en un artículo que me enviaba una buena hermana en la Fe, son muchos los Santos que han recomendado la lectura espiritual. San Bernardo decía que “nos preparaba para la oración y para la práctica de las virtudes y junto con la oración era la mejor arma con las que se podía vencer al demonio y conquistar el cielo”.
Este mes de octubre os traemos una lectura, “Jesús y las raíces judías de la Eucaristía”, al hilo de dos eventos religiosos que han tenido lugar este verano, como respuesta a una situación frecuente en nuestros días.
Este verano se ha celebrado el congreso eucarístico internacional del 8 al 15 de septiembre en Quito (Ecuador). Los congresos eucarísticos son “expresión de una particular veneración y amor de la Iglesia Universal al Misterio Eucarístico”.
Así mismo este verano ha tenido lugar la primera Jornada Eucarística Mariana Juvenil (JEMJ) celebrada en el Santuario de Covadonga (Asturias).
La JEMJ nació cuando se dio a conocer que la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos había publicado, en el año 2022, los resultados de una encuesta donde se revelaba que el 70% de los católicos del país no creía en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Frente a ello, los Obispos respondieron con la creación del Avivamiento Eucarístico Nacional, un proyecto que, a lo largo de tres años, busca intensificar la fe en la Eucaristía a través de la formación y de actividades eucarísticas como la Adoración y las procesiones.
En España, un grupo de laicos comprendió que, si en España se repitiera esta encuesta, los resultados no serían mejores y decidieron intentar dar respuesta a esta situación de olvido y falta de fe en la Eucaristía. De ahí nació la Asociación «En Marcha», y también las JEMJ.
Así mismo, como católicos convencidos hemos de dar respuestas a la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía. Y esas respuestas las encontramos en la Sagrada Escritura, las tradiciones judías, los Santos Padres y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Brant Pitre, autor del libro que hoy recomendamos, y profesor de Sagrada Escritura de la Universidad de Notre Dame (Nueva Orleans), nos ayuda de forma magistral a comprender la presencia Real de la Eucaristía, contemplándola a la luz de la alianza judía con Dios.
El pueblo judío en tiempos de Jesús esperaba el nuevo éxodo del Mesías y una nueva Pascua. Anhelaba un nuevo maná milagroso, y tenía una gran devoción al Pan de la Presencia. Todo ello sirve de guía al autor para entender la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.
¿Seremos capaces de comprender este misterio de la Presencia Real? ¿Cómo puede estar Jesús mismo, bajo la presencia del pan y el vino? Si estudiamos en la Escritura el maná y el pan de la Presencia, comprobaremos que está íntimamente relacionado con el misterio de la identidad divina de Dios. Si Jesús fuese un Mesías terreno o un simple profeta, la idea de que su sangre fuese el signo de la nueva alianza, podría ponerse en entredicho. Ahora bien, si Jesús fue Hijo divino de Dios, el nuevo pan y vino de la nueva alianza no son meros símbolos.
Es un milagro el que el pan y el vino se transformen en el cuerpo y la sangre del Mesías, pero como dice San Cirilo (doctor de la Iglesia) “en una ocasión Jesús convirtió el agua en vino ¿y resulta increíble que pueda convertir el vino en sangre?”.
Por tanto, en el Cenáculo no solo se celebró la Pascua judía, se reconstruyó la Pascua sobre la pasión de Cristo. Al negarse a beber la cuarta copa, según la tradición judía, hasta su muerte en Cruz, Jesús unió la Última Cena, con su muerte en sacrificio. Y al ordenar que sus discípulos repitiesen lo que él había hecho en el Cenáculo, perpetuó una nueva pasión para siempre. Todo ello inició el nuevo éxodo; lo importante ya no era la carne de cordero sacrificada, sino su carne y su sangre crucificadas. Jesús sabía que el sacrificio de la Pascua no terminaba con la muerte del cordero, sino con una comida sagrada en la que su carne debía consumirse. No se comía un símbolo del cordero, sino su carne real, solo así cabe explicar por que Jesús dijo a los Doce: “Tomad y comed, este es mi cuerpo”.
Os recomendamos encarecidamente este libro, que no trata de un descubrimiento bíblico reciente, si no de verdades que pueden encontrarse en el NT, los Padres de la Iglesia e incluso en la doctrina oficial de la Iglesia. Nosotros como católicos en busca de la verdad para así poder anunciarla, hemos de extraer los tesoros ilimitados de la tradición judía y cristiana, aplicando esas riquezas al descubrimiento del significado de las Escrituras.
Recemos para que cada uno de nosotros seamos uno de esos Santos, que como aseguraba San Alfonso María de Ligorio, han abandonado el mundo y se han dado a Dios, por la lectura de un libro espiritual.
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